martes, 14 de abril de 2009

LLEVAR EN BRAZOS A TU HIJO LE HACE DAÑO ?

Por S. Ribeiro->Visita mi blog para tomar mejores decisiones acerca de tu embarazo, lactancia y desarrollo de tus hijos…todos serán más felices!
Durante los dos años y medio en los que estuve viviendo con los indios de la edad de piedra en la jungla de Sudamérica (no todos seguidos, sino en cinco expediciones separadas con mucho tiempo entre ellas para reflexionar), pude darme cuenta de que la naturaleza humana no es lo que se nos ha hecho creer que somos.
Los bebés de la tribu de los Yecuana, más que necesitar paz y sosiego para dormir, dormitaban embelesadamente cuando se sentían cansados, mientras que los hombres, mujeres o niños que los acarreaban, bailaban, corrían, andaban, gritaban o impulsaban las canoas. Los niños jugaban juntos sin pelearse o discutir, y obedecían a los mayores instantánea y diligentemente.
La idea de castigar a un niño aparentemente nunca se les ocurrió a esa gente, ni su comportamiento mostró nada que pudiera llamarse verdaderamente permisividad. Ningún niño habría soñado en interrumpir, incomodar o ser mimado por un adulto. Y, sobre los cuatro años, los niños contribuían más en las tareas de la familia que lo que precisaban de ella.
Los bebés en brazos casi nunca lloraban y, de una manera fascinante, no movían sus brazos, protestaban, arqueaban su espalda ni flexionaban sus brazos o piernas. Se sentaban tranquilamente en sus bandoleras o dormían en la cadera de alguien, desmintiendo el mito que los niños deben “hacer ejercicio”. Además, nunca sufrían de vómitos, excepto si estaban muy enfermos, y no tenían cólicos. Cuando se asustaban durante los primeros meses de gatear o andar, no esperaban que nadie fuera hacia ellos, sino que iban por sí mismos hacia su madre u otros cuidadores para confirmar la necesidad de sentirse seguros antes de continuar sus exploraciones. Sin supervisión, incluso los más chiquitines casi nunca se hirieron.
¿Es su “naturaleza humana” distinta a la nuestra? Algunos piensan que así es, pero, por supuesto, sólo hay una especie humana. ¿Qué podemos aprender nosotros de la tribu de los Yequana?
Nuestras Expectativas InnatasInicialmente, podemos intentar comprender completamente el poder de formación de lo que yo llamo la fase de “en brazos”. Empieza en el nacimiento y acaba con el inicio del arrastre, cuando el bebé puede alejarse de su cuidador y volver a voluntad. Esta fase consiste, simplemente, en que el bebé tenga contacto físico durante las 24 horas del día con un adulto u otro niño mayor.
Al principio, meramente observé que la experiencia de ir en brazos tenía un impresionante efecto saludable en los bebés y que no había ningún “problema” que arreglar. Sus cuerpos eran suaves y se adaptaban a cualquier posición que fuera adecuada para sus porteadores; incluso algunos de ellos se colgaban en la espalda mientras los agarraban por la muñeca. No pretendo recomendar esta posición, pero el hecho de que es posible demuestra la extensión de lo que constituye el confort para un bebé. En contraste a este ejemplo, tenemos el desesperado desconfort de los niños acostados cuidadosamente en un moisés o cochecito, suavemente arropados, y dejados ir, rígidos, con el deseo de asirse a un cuerpo vivo que, por naturaleza, es el lugar correcto. Es el cuerpo de alguien que “creerá” en sus lloros y consolará sus ansias con brazos amorosos.
¿Por qué la incompetencia en nuestra sociedad? Desde la infancia, se nos enseña en no confiar en nuestro instinto. Se nos dice que los padres y los profesores saben más y que cuando nuestras sensaciones no coinciden con sus ideas. Nosotros debemos estar equivocados. Condicionados para no confiar o amargamente ignorar nuestros propios sentimientos, resulta fácil convencernos para no creer en el bebé que llora diciendo: “¡Deberías tomarme en brazos!” “¡Yo tendría que estar cerca de tu cuerpo!” “¡No me dejes!” En su lugar, denegamos nuestra respuesta natural y seguimos la moda instaurada, dictada por los “expertos” en cuidados infantiles. La pérdida de confianza en nuestra experiencia innata nos deja leyendo un libro detrás de otro viendo como cada nueva idea falla.
Es importante entender quiénes son los expertos en realidad. El segundo mayor experto en cuidado infantil que existe está dentro nuestro, tan seguro como que reside en cada especie superviviente que, por definición, debe saber cuidar a su prole. El mayor experto de todos es, por supuesto, el bebé, programado durante millones de años de evolución para mostrar su propio temperamento mediante sonidos y acciones cuando el cuidado no es correcto. La evolución es un proceso de refinamiento que ha afinado nuestro comportamiento innato con magnífica precisión. La señal del bebé, la comprensión de esta señal por la gente que lo rodea, el impulso a obedecerla, son todo partes del carácter de nuestra especie.
El presuntuoso intelecto ha mostrado estar pobremente equipado para adivinar los auténticos requerimientos de los bebés humanos. La pregunta a menudo es: ¿Debería tomar al bebé cuando llora? ¿O debería dejarle llorar durante un rato? ¿O debería dejarle llorar para que así el niño sepa quien es el jefe y no se convierta en un “tirano”?
Ningún bebé estará de acuerdo con ninguna de estas imposiciones. Unánimemente, nos dejan bien claro que no deben ser dejados para nada. Como esta opción no ha sido ampliamente defendida en la civilización occidental contemporánea, las relaciones entre padres e hijos han permanecido firmemente como si fueran adversarios. El juego se ha centrado en conseguir que el bebé duerma en la cuna, pero no se ha considerado la oposición sobre los lloros del bebé. A pesar de que Tine Thevenin, en su libro The Family Bed (La cama familiar), y otros han abierto el tema de que los niños duerman con sus padres, el principio más importante no se ha tratado claramente: comportarse contra nuestra naturaleza como especies conduce inevitablemente a la pérdida de bienestar.
Una vez hemos comprendido y aceptado el principio de respetar nuestras expectativas innatas, seremos entonces capaces de descubrir precisamente cuáles son; en otras palabras, qué es lo que la evolución nos ha acostumbrado a experimentar.
El Papel Formativo de la Fase de en Brazos¿Cómo llegué a ver en la fase de ir en brazos aquella etapa crucial para el desarrollo de una persona? Primero, vi la gente feliz y relajada en la jungla de Sudamérica, cargando siempre a sus bebés sin dejarlos nunca. Poco a poco, fui capaz de ver una conexión entre ese hecho tan sencillo y la calidad de sus vidas. Incluso, más tarde, llegué a ciertas conclusiones sobre cómo y por qué el estar en contacto constante con un cuidador activo es esencial en el estadio inicial del desarrollo tras el nacimiento.
Por un lado, parece que la persona que carga el bebé (normalmente la madre durante los primeros meses, y luego un niño de cuatro a doce años que devuelve el bebé a la madre para alimentarlo) está formando los cimientos para las experiencias posteriores. El bebé participa pasivamente en las carreras, paseos, risas, charlas, tareas y juegos del porteador. Las actividades particulares, el ritmo, las inflexiones del lenguaje, la variedad de vistas, noche y día, el rango de temperaturas, sequedad y humedad, y los sonidos de la vida en comunidad forman una base para la participación activa que empezará a los seis u ocho meses de vida con el arrastre, gateo y luego andar. Un bebé que ha pasado ese tiempo tumbado en una tranquila cuna o mirando el interior de una sillita, o al cielo, habrá perdido la mayor parte de esta experiencia tan esencial.
Debido a la necesidad del niño de participar, es también muy importante que los cuidadores no se queden sentados mirando al bebé ni que continuamente le pregunten lo que quiere, sino que lleven vidas activas ellos mismos. Ocasionalmente, uno no puede resistir darle al bebé un chorro de besos, pero, de todos modos, un bebé que está programado para observar la ajetreada vida que llevas se confunde y frustra cuando dedicas tu tiempo mirando como él vive la suya. Un bebé dedicado a absorber lo que es la vida, siendo vivida por ti, se sumerge en la confusión si le preguntas que sea él quien la dirija.
La segunda función esencial de la experiencia de la fase en brazos parece no haber sido percibida por nadie (incluyéndome a mí, hasta mediados de la década de los 1960). Se refiere a proveer a los bebés de un mecanismo de descarga de su exceso de energía hasta que no son capaces de hacerlo por sí mismos. En los meses anteriores a ser capaces de moverse por sí mismos, los bebés acumulan energía por la absorción de comida y de luz solar. Es entonces cuando el bebé necesita contacto constante con el campo de energía de una persona activa que pueda descargar el exceso no usado de ambos. Esto explica porque los bebés Yequana estaban tan extrañamente relajados y porque no se ponían rígidos, daban patadas o arqueaban la espalda para relajarse ante una incómoda acumulación de energía.
Para poder proveer una óptima experiencia de la fase en brazos tenemos que descargar nuestra propia energía de manera efectiva. Se puede calmar muy rápidamente a un bebé corriendo o saltando con él, o bailando o haciendo lo que sea para eliminar el exceso de energía propio. Una madre o padre que deben marchar de repente a buscar algo no necesitan decir “oye, toma el bebé que voy corriendo a la tienda”. El que tenga que correr que se lleve al bebé. ¡Cuanta más acción mejor!
Los bebés y los adultos experimentan tensiones cuando la circulación de energía en sus músculos está impedida. Un bebé repleto de energía no descargada está pidiendo acción: una carrera a galope alrededor del salón o un baile movido con el niño de la mano. El campo de energía del bebé se aprovechará inmediatamente del del adulto, descargándose. Los bebés no son las cositas frágiles que hemos tomado con guantes. De hecho, un bebé tratado como frágil en este estado de formación puede ser persuadido de que es frágil.
Como padres, puedes llegar a comprender fácilmente el flujo de energía de tu hijo. En el proceso, descubrirás muchas maneras de ayudar a tu bebé a mantener el suave tono muscular del bienestar ancestral, y de proporcionarle la calma y confort que necesita para sentirse como en casa en este mundo.
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EL cOLECHO HASTA LOS 5 AñOS

Por S. Ribeiro->visita mi blog para conocer cómo llevar tu embarazo, lactancia y desarrollo de tus hijos libre de prejuicios dañinos
Uno de los expertos británicos más importantes en salud mental infantil ha aconsejado a los padres olvidarse de años de convenciones y permitir que sus hijos duerman con ellos en la cama hasta los 5 años de edad. Margot Sunderland, directora de educación del Centro para la Salud Mental Infantil de Londres, dice que la práctica conocida como colecho aumenta la probabilidad de que los niños crezcan sanos y tranquilos. Sunderland, autora de 20 libros, perfila su consejo en su libro “La Ciencia de Ser Padres”. Y está tan segura de los hallazgos del nuevo libro, basado en 800 estudios científicos, que pide que a los visitadores sanitarios se les repartan folletos para informar a los padres sobre el colecho.
Sunderland argumenta que la práctica habitual en Inglaterra de adiestrar a los niños para que duerman solos desde las pocas semanas de edad es perjudicial, porque cualquier separación de los padres incrementa el flujo de hormonas del estrés como el cortisol. Sus resultados se basan en avances científicos de los últimos 20 años sobre cómo se desarrolla el cerebro del niño y en estudios que han utilizado scanners para analizar cómo reaccionan en circunstancias especiales. Por ejemplo, un estudio neurológico de hace 3 años mostraba cómo un niño separado de uno de sus padres experimenta una actividad cerebral similar a un niño con dolor físico.
Sunderland cree también que la práctica actual se basa en actitudes sociales que deberían ser abandonadas: “Existe un tabú en este país referente a que los niños duerman con sus padres” dijo. “Lo que he hecho en este libro es presentar la evidencia científica. Estudios en todo el mundo demuestran que el colecho hasta los 5 años supone una inversión para el niño. Los niños pueden sufrir ansiedad por la separación hasta los 5 años o más, lo que puede afectarles en la vida posterior. Esto se calma con el colecho”. Los síntomas pueden ser también físicos. Sunderland cita un estudio que demostró que un 70% de mujeres que no habían sido consoladas cuando lloraban de niñas, desarrollaron en la edad adulta problemas digestivos.
El libro de Sunderland la enfrenta a gurús de la educación ampliamente leídos como Gina Ford, cuyos consejos son seguidos por miles de padres. Ford aboga por establecer rutinas de sueño para bebés desde una edad muy temprana en cunas “separados del resto de la casa” y enseñarles a los bebés a dormir “sin la ayuda de los adultos”. En su libro “Guía completa de sueño para bebés y niños satisfechos” escribe que los padres necesitan tiempo para ellos. “El compartir la cama con los niños termina con frecuencia con los padres durmiendo en habitaciones separadas y con madres exhaustas, una situación que aporta una gran presión en la familia como un todo”.
Annette Mountford, jefa ejecutiva de la organización de padres “Lazos de familia” confirmó que la norma en Inglaterra para los niños era animarles para que durmieran en sus camas y sus cunas, a menudo en habitaciones separadas, desde una edad temprana. “Los padres necesitan su espacio” dijo. “Existen beneficios claros en el hecho de introducir a los niños en su propia rutina de sueño en su propio espacio”
Contrariamente, Sunderland dice que cambiar a los niños a sus camas desde que tienen semanas de edad, incluso si lloran por la noche, ha demostrado incrementar el nivel de cortisol. Estudios con niños menores de 5 años demuestran que en más del 90% de los casos, el nivel de cortisol aumenta cuando van a la guardería y en el 75% de los casos disminuye al volver a casa.
El profesor Jaak Panksepp, especialista en neurociencia de la Universidad Estatal de Washington y que ha escrito el prólogo del libro, dice que los argumentos de Sunderland son “una historia coherente consistente con la neurociencia. Una sociedad avanzada debería tenerlo en cuenta”.
Sunderland argumenta que poner a los niños a dormir solos es un fenómeno occidental que puede incrementar la posibilidad de muerte en la cuna, también conocida como Síndrome de Muerte Súbita del Lacante (SMSL). Esto puede suceder porque el niño echa de menos el efecto calmante que el estar tumbado junto a su madre ejerce en la respiración y en la función cardiaca. “En el Reino Unido mueren 500 niños al año por SMSL” escribe Sunderland. “En China, donde el colecho es práctica habitual, el SMSL es tan raro que no tiene nombre”.

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