sábado, 25 de julio de 2009

berrinches

Este video es genial y de una manera chusca muestra la forma que los niños utilizan para llamar la atención.
Espero les guste
Deseo este video les sea de utilidad. Me parece genial y que mejor educación que el ejemplo.

Les recomiendo el libro TU HIJO TU ESPEJO.
con cario
Psic. Cristina Núñez.

martes, 7 de julio de 2009

Uuego Infantil y desarrollo de la inteligencia

I. del Castillo->visita nuestro blog para conocer cómo llevar tu embarazo, lactancia y desarrollo de tus hijos libre de prejuicios nocivos para ellos
El juego infantil es una necesidad básica para un buen desarrollo de la inteligencia y también para el equilibrio físico emocional acorde a su edad. El juego infantil entra en otras etapas pero siempre será básico para el desarrollo de la inteligencia.
Los adultos a menudo pensamos que los niños juegan para entretenerse, para dejarnos tiempo libre. La realidad es bien distinta. Los niños no juegan para entretenerse, ni para dejarnos tiempo, sino porque es el medio por el que comprenden cómo es el mundo y se integran en él. Jugando desarrollan sus aptitudes físicas, su inteligencia emocional, su creatividad, su imaginación, su capacidad intelectual, sus habilidades sociales… y al tiempo que desarrollan todo eso, disfrutan y se entretienen. Pero nunca en la historia los niños han jugado menos que ahora. ¿Puede esta revolución silenciosa no tener consecuencias?
Los cachorros mamíferos juegan mucho mientras son pequeños, y de esa forma adquieren las habilidades que necesitarán de adultos, de una manera agradable y gratificante. Cuanto más inteligente es la especie, más importante es la etapa dedicada al juego, por eso los niños son los “cachorros” que más tiempo dedican a jugar… si se les deja.
¿A qué jugamos?
El tipo de juego para el que están preparados los niños viene condicionado por su edad y momento evolutivo, y conocerlo es vital si queremos comprender o compartir sus juegos, ponernos a su altura o, simplemente, no interferir.
Hasta los 7 años, aproximadamente, el niño no distingue realidad de ficción y vive en una atmósfera “mágica”. Todavía no ha desarrollado plenamente su capacidad de abstracción, por lo que muchos pedagogos consideran inapropiado los intentos de “enseñarles” en clave racional. Ciertas pedagogías han estudiado detenidamente el proceso de desarrollo del niño, y ajustan el programa escolar a esta realidad. Es el caso de la pedagogía Waldorf, para la cual el desarrollo de la inteligencia humana tiene un “calendario” de desarrollo propio, y cada etapa es fructífera si se asienta sólidamente en la anterior. Así nos lo explica Elena Martín Artajo, directora de la Escuela Waldorf de Aravaca, para quien la adquisición de habilidades y conocimiento debe estar en función de la evolución de los niños, y no al contrario. Y en estos primeros años, el juego imaginativo y creativo constituye el fundamento para la aparición posterior del pensamiento abstracto y de facultades racionales más complejas. Dicho de otro modo, en esos años jugar parece ser la actividad más seria que se puede realizar.
Bruno Bettelheim también distingue dos fases claras en la evolución del juego infantil: el juego libre, hasta los 7 años, y el juego estructurado, por el que se van interesando a partir de esa edad.
El juego espontáneo evoluciona de esta manera
Hasta los 3 años, el niño toma posesión de su propio cuerpo y progresa en el conocimiento del mundo que les rodea. Es una fase de experimentación con su cuerpo y con su entorno. Sus primeros juegos se basan en la imitación. Los niños juegan a desempeñar las mismas actividades que hacen los adultos, adquiriendo de esa forma habilidades útiles para su vida.
Entre los 3 y 5 años es la edad de la imaginación. Son capaces de crear símbolos a partir de cualquier cosa -una caja de zapatos puede ser un camión, y un rato después una casa de enanitos- y sus creaciones son plenamente reales para él. Los juguetes demasiado “acabados” reducen sus posibilidades de imaginar y simbolizar a partir de formas básicas.Entre los 5 y los 7 años, su imaginación continúa desarrollándose, de forma que no sólo crean objetos, sino también historias con un hilo argumental cada vez más elaborados. Es la edad del “vale que”. El vale que es el procedimiento por el cual los niños se distribuyen los “papeles” y hacen un primer planteamiento de la historia que van a representar, y que para ellos es muy real. Por ejemplo: “Vale que yo era la mamá y tú eras el bebé y yo te llevaba al médico, etc.”. Normalmente, varios “vale qués” durante el juego sirven para distribuir y negociar los “papeles”, y van reconduciendo la historia hacia su objetivo.
Las cualidades que se desarrollan durante estas etapas infantiles son el fundamento mismo sobre las que se asienta la capacidad de materializar y llevar a cabo capacidades más complejas e incluso el trabajo de adulto. “Aquellos que se toman el juego como un simple juego y el trabajo con excesiva seriedad, no han comprendido mucho ni lo uno ni lo otro”, afirma H. Heine. Este tipo de juego es la base sobre la que se despliega cualidades superiores como la imaginación, la creatividad, la perseverancia en el esfuerzo, etc. que pueden resultar seriamente menoscabadas si se impide su ejercicio por medio de, por ejemplo, esa gran neutralizadora de la creatividad, la imaginación y la diligencia infantil, que es la televisión.
Juego libre y juego estructurado
Hasta esa edad los juegos tienen un alto significado simbólico y cumple múltiples propósitos. Afirma Bruno Bettelheim en su obra No hay padres perfectos “los niños se valen de los juegos para resolver y dominar dificultades psicológicas muy complejas del pasado y del presente. Tan valioso es el juego en ese sentido que la terapia por el juego se ha convertido en el procedimiento principal para ayudar a los niños pequeños a vencer sus dificultades emotivas”.
Jugar es para los niños pequeños un acto creativo de primer orden, que no sólo les ayuda a aprehender el mundo sino a resolver sus conflictos y dificultades. Es la edad del juego libre y creativo basado en la imitación y por el que desarrollan su capacidad para crear símbolos e inventar historias a partir de cualquier cosa: una caja de zapatos puede ser un camión, y un rato después una casa de enanitos. Este contenido simbólico de los juegos constituye la base misma de la inteligencia humana, y tienen una “lógica” interna, independientemente de que la entendamos o no.
En esta fase podemos “incorporarnos” a sus juegos imaginativos, pero no conviene “dirigirlos”. Es importante no interferir tratando de dirigir el juego hacia comportamientos más o menos lógicos para los adultos pero que desvíen al niño del propósito intrínseco de su juego. Este autor advierte “cuando no hay peligro inmediato, lo mejor suele ser aprobar los juegos del niño sin entrometerse. Aunque bienintencionados, los esfuerzos por ayudarle pueden desviarle de buscar, y a la larga encontrar, la mejor solución”.
A partir de los 7 años los niños van saliendo poco a poco de su atmósfera mágica, y ya discriminan claramente entre lo que es realidad y ficción, interesándose por otras actividades. A partir de entonces comienzan a estar preparados para los juegos estructurados, con reglas previamente establecidas, que continúan completando su “programa de desarrollo”. Son juegos más activos, más competitivos, en los que el niño vive la exhuberancia de una actividad física intensa y gratificante, mientras aprende a respetar las reglas del juego colectivo y compatibilizar sus intereses con los del grupo.
La familia que juega unida…
Arrastrados por la vorágine del día a día, por la inmediatez de lo urgente, muchos padres y madres ven poco a sus hijos durante el curso escolar, apenas un rato al final del día. Jugar juntos nos parece un lujo inalcanzable, o incluso una pérdida de tiempo, según el día. Y sin embargo, compartir el juego no es sólo una forma agradable, lúdica y gratificante de hacer ejercicio y disfrutar en familia. Es también una oportunidad para disfrutar de una relación de camaradería más allá de los roles establecidos padres - hijos, un aspecto de la relación familiar habitualmente descuidada pero que puede llegar a ser de inestimable ayuda, por ejemplo, para capear con mayor estabilidad la turbulenta etapa adolescente.
Y es que, quizá, el escaso valor que damos a la necesidad de jugar en la infancia se deba a que hemos perdido a ese “homo ludens” que todos llevamos dentro. Y si cerráramos ahora los ojos e hiciéramos el ejercicio mental de situarnos dentro de pongamos 20 años, es posible que nos embargue la añoranza del tiempo perdido, ese tiempo pasado en que tuvimos la ocasión y no aprovechamos de disfrutar de ese efímero presente de padres de niños que crecen demasiado deprisa. Pero estamos a tiempo.
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lunes, 6 de julio de 2009

Encamine a sus hijos al éxito (continuación)

Por: Rogelio->Visita mi blog si quieres mejorar en la educación de tus hijos.
6.- Concentración, concentración.
Los padres se quejan a menudo de que no pueden mantener la atención de sus hijos más de unos segundos. Sin embargo, se entretienen horas enteras con juegos de video, programas de televisión y rara vez apartan los ojos de la pantalla.
Con algunos ejercicios cortos, usted puede mejorar la capacidad de concentración de sus hijos. A una niña pequeña cántele una canción y pídale que preste atención a la letra. Luego hágale preguntas sobre lo que acaba de escuchar. Si es de mayor edad, pídale que observe una plana de números; quítele después la plana. “¿Qué números recuerdas de la primera hilera?”.
7.- Ensaye mentalmente.
Una destacada bailarina relató que ella repasa toda su función en la cabeza, movimiento por movimiento, tomando para ello el mismo tiempo que le implica efectuarlo en el escenario. “Siente” como levanta el brazo ó arquea los dedos del pie; “oye” el ritmo de la música. Los mejores atletas, lo mismo nadadores que futbolistas y esquiadores, también visualizan sus actuaciones.
Como los niños poseen una viva imaginación, no les cuesta trabajo visualizar acontecimientos. Antes de un examen, inste a su hijo a estudiar mucho y a producir una película mental de todo el examen, desde el instante en que suena el timbre de inicio de clases hasta que el profesor pide a los alumnos que dejen de escribir. Después de varias visualizaciones, el examen mismo le parecerá muy familiar.

jueves, 2 de julio de 2009

Encamine a sus hijos hacia el éxito (continuación)

Por: Rogelio->Visita mi blog si quieres mejorar la educación de tus hijos
4.- Estimule el auto elogio.
Suponga que su hija está aterrada porque va a tocar un solo de trompeta ante toda la escuela. Usted puede ayudarle a crear en su interior una sensación de ÉXITO. Divida la actuación en etapas. La primera consiste en sacar la trompeta de su estuche. “¿Puedes hacerlo?” Sí. (“¡Bien!”) La segunda, en armar el instrumento.
“Lo puedo hacer”. (“¡Perfecto!”). Después debe cerciorarse de que la trompeta está en buenas condiciones. Llegado el momento de tocar las primeras notas, tendrá en su haber una serie de triunfos, y el último paso no le parecerá tan difícil después de todo.
Quien se dice a si mismo cosas positivas sobre sí mismo, refuerza el concepto en que se tiene y, en consecuencia, se desempeña mejor. De que uno se desempeñe mejor, sigue que se elogie más, lo que lo lleva a tener un más alto concepto de sí mismo, lo que a su vez da lugar a un desempeño todavía mejor. El “Realmente estoy tocando bien hoy” se convierte en “Soy un buen trompetista”; y esto reafirma la confianza del niño en su capacidad para ser un mejor trompetista.
5.- Enseñe a su hijo a relajarse.
Para desempeñarse brillantemente, es indispensable saber relajarse. Cuando está uno relajado, tiene mayor claridad mental y el organismo funciona con óptima eficiencia.
Comience por la respiración. Muéstrele a su hijo lo que sucede en una respiración profunda. “¿Ves cómo se hunde tu estomago y luego vuelve a abultarse? En realidad, desde allí respiras. Ten conciencia de lo que sientes”. Enséñele a respirar hondo, a sentir como entra el aire.Luego hay que encontrar un pensamiento que lo haga sentirse relajado. Piense por ejemplo en un pasaje musical, imagine la sensación de la arena cálida en la playa ó de la brisa que agita las hojas. Enséñelo a concentrarse únicamente en esa idea hasta que se calme. Un estado de serenidad contribuye a alejar las distracciones y a fijar la mente en la tarea que se tiene por delante.
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PARA NO TENER HIJOS ADICTOS

Publicado por: Patricia Sandino Ch.
(Parte 1)
El alcohol y las drogas son parte de una realidad que, creemos, nunca llegará a nuestra familia. ¿Cómo habría de pasar algo así a hijos que han sido educados con tanto esmero? Es así como con esta idea y actitud, los padres se confían y sobrestiman el medio social y la realidad cultural en que viven. ¿Qué hacer? ¿Desde cuándo y cómo?, son las preguntas más frecuentes recibidas de aquellas madres y padres preocupados por el futuro de sus críos.
Padres desorientados que creían conocer a sus hijos se preguntan ¿qué pasó, en qué nos equivocamos? Si bien es cierto que el tipo de familia no es la única causa para que exista un consumidor de droga, pues hay múltiples factores que lo determinan (personalidad, predisposición genética y factores sociales, entre otros), es también cierto que, como formadores, los padres tienen mucho por hacer.
Conscientes de que la mayor parte del conocimiento de los padres de familia proviene del instinto y de la formación que a su vez recibieron, se plantea la necesidad de intervenir en la formación de los hijos mediante la prevención temprana sobre aspectos esenciales detectados como carencias en la mayoría de familias con miembros consumidores, y que se constituyen en factores de riesgo.
Es común pensar que con niños pequeños no debe existir preocupación por temas como las drogas o el alcohol, y que en la época preescolar se corren pocos riesgos. De hecho, la carencia de programas preventivos dirigidos a la niñez es una señal de la poca atención que se pone para afrontar esta realidad.
En la infancia todo se está formando: la personalidad, los hábitos, la inteligencia y los recursos interiores. En esas edades es posible influir en la niña y el niño para desarrollar actitudes positivas hacia la salud en general y rechazar las drogas en particular, pues más tarde es posible que se deba intervenir para cambiar conductas erradas que interfieran con el bienestar individual y familiar. Por eso, desde que el niño entra al colegio se le debe enseñar que el alcohol, el tabaco y las drogas –incluyendo la comida poco nutritiva– son elementos que hacen daño físico. Más adelante y a medida que crecen, podremos ser más específicos con ellos.
Cuando el niño cumple siete años se muestra más adaptado al mundo. Su desarrollo intelectual y personal le permite ir estructurando sus experiencias de aprendizaje. Así va construyendo su personalidad con los valores, actitudes y sentimientos adquiridos en el colegio, en la familia y con sus pares, que hacen que se comporte o reaccione de una determinada forma frente a la droga o al alcohol.
Es cierto que existen algunos rasgos de personalidad, conductas o factores de riesgo que están presentes en la mayoría de los adictos. La presencia de estos factores no hace que una persona se vuelva adicta, pero sí más vulnerable que otros ante una situación de riesgo.
Es necesario recalcar que la educación para la convivencia no es sólo dar discursos sobre lo bueno y lo malo, sobre lo que se debe o no hacer; es necesario crear hábitos de valor moral en los infantes. Entre los aspectos indispensables para la formación de hijos sanos, es decir, con menos riesgo de consumir drogas, se destacan los siguientes:
Incrementar su autoestima. Debe ayudársele a descubrirse y a aceptarse pero, ante todo, a valorarse. Reconozca y valide sus sentimientos, actitudes y pensamientos. Ayúdele a tener una clara y acertada imagen de lo que es y puede llegar a ser. La niña, el niño que se siente orgulloso de sí mismo, tiene una menor probabilidad de buscar esa sensación en las drogas para desarrollar confianza en sí mismo y una imagen positiva.
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